The good old days
Amigos, panes franceses y muchos "no" en restaurantes por falta de reservación.
El hecho de que no nací en Europa sigue siendo mi mayor decepción en la vida… a ver, no me quejo de mi infancia tropical ni de las ventajas (evidentemente superiores, por todo lo que tienes que pasar…) que me da el haber nacido donde nací, pero ¿qué tan difícil era nacer en París, en un pueblito de la Toscana o al menos en Lisboa? Nada grave, lo solucioné preparándome toda mi vida para convertirme en eso. Literalmente he pasado años estudiando cómo ser “una persona en Europa” a través de mis películas favoritas, que acabo de darme cuenta del patrón, son de gente con dinero haciendo nada en Europa en verano: Saltburn, Call Me by Your Name, la trilogía de Before Sunrise, Before Sunset y Before Midnight y The Talented Mr. Ripley.
Traigo este pensamiento a colación porque la semana pasada me fui a Londres y a París. Hubo comidas deliciosas, compras que claramente eran inversiones a futuro y, una vez más, confirmé mi verdadera pasión en la vida: ganar en pesos mexicanos y gastar en Euros como si tuviera una herencia asegurada. No la tengo, pero no importa.
Europa siempre me recibe con sol, cielos despejados y temperaturas perfectas, especialmente Londres, que en teoría tiene un clima deprimente, pero que, cuando voy yo, decide comportarse. Es un romance mutuo, pero evidentemente no desinteresado porque soy la única que pone dinero.
El motivo del viaje era simple: estar, por primera vez en años, en la misma ciudad, con dos de mis amigas más cercanas y visitar a otro amigo, todos de mi vida en Caracas. No necesitaba más excusas, la logística cuadró, armé el viaje en 2 semanas, obligué al binomio a acompañarme (expresión que aprendí usan los franceses para describir a la pareja de una persona… porque en francés la palabra “pareja” no se entiende bien en ese contexto y obviamente no deberías decir novio/novia porque ya no es políticamente correcto cuando no sabes el género), compré los boletos y me fui a ejercer mi papel de expatriada sentimental, re encontrándome con gente que me conoce desde antes de que mi vida se volviera una serie de dramas existenciales de migrante.
Me di cuenta en poco tiempo que con ellos me siento yo. Pero el yo real, no el yo que navega ataques de ansiedad, trámites de gente adulta y el cansancio eterno de existir en juntas de trabajo, en el tráfico y en el gimnasio. No el yo que tiene que calcular el impacto de cada palabra o medir sus emociones para que no suenen demasiado intensas o demasiado frágiles. Con ellos soy la versión 1.0, la persona que tenía problemas normales antes de que la vida se pusiera creativa con su lista de obstáculos.
Nos conocemos hace tantos años que ya pasé esa etapa de pensar que si meto la pata me van a dejar de querer para siempre… ya lo hice muchas veces y me siguen queriendo y hablando. Me han visto en mis mejores y peores momentos, me han escuchado decir cosas que ni yo recordaba haber dicho y, aun así, siguen aquí. Viven lejos, pero saben más de mi vida de lo que a veces sé yo (especialmente cuando ni yo misma sé que estupidez tengo que dejar de hacer, y me lo dicen claramente). Cuando los veo, es como si el tiempo no hubiera pasado, y no hay necesidad de explicar nada porque todo está entendido de antemano.
Obviamente, mis amigos que viven en mi ciudad actual también son lo máximo. Los veo más, creamos experiencias nuevas, y podemos hablar de temas relevantes como qué serie ver mientras nos quejamos de la vida. Pero hay algo en las amistades que sobreviven la distancia que me da satisfacción, como una prueba de resistencia que hemos pasado sin querer. Si después de todo seguimos aquí, entonces ya está: no nos libramos nunca.
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Voy a empezar por contarte lo que creo que no te esperas que te diré: creo que estoy enamorada. A veces incluso yo me pregunto si de verdad lo estaré, no es tan fácil saberlo, pero me di cuenta porque no necesito nada espectacular para ser feliz con él.
Este post es super largo, pero es muy especial: primero porque es un tributo a esta ciudad que quiero tanto, y segundo porque voy a compartir mis mejores recomendaciones en CDMX (de todo).
Tengo algo que confesar: aún me entra ansiedad terrible pensando en todas las cosas que PUDE remotamente hacer mal. Énfasis en PUDE, porque muchas veces no son cosas reales, sino que están en mi mente y además me da una culpa tremenda.
Las mismas, que no nos libraremos nunca por siempre! ❤️♾️