En estos días, en el podcast de Jay Shetty, en el episodio de Michelle Obama, Jay comentó que el cerebro humano procesa 74 gigabytes de información todos los días, y en solo un día absorbemos la misma tragedia que alguien en toda su vida hace 25 años, a lo que Michelle decía que no nos hemos adaptado biológicamente lo suficiente para procesar tanta información.
Días antes en mi clase de francés (de ahí el título del post), Margaux mi profesora, me puso a leer un artículo que inspiró este post, y hablaba sobre por qué nos cuesta tanto tomas decisiones cotidianas y cómo tomar tantas decisiones al día se convierte en una fuente de angustia. Me acuerdo también del final de la primera temporada de una de mis series favoritas: Master of None, cuando Dev (Aziz Ansari) es incapaz de decidir qué comer. Decidirse por unos tacos es lo más sencillo, luego vienen todas las preguntas asociadas: ¿tacos de dónde? (buscar, buscar), ¿quién tiene los mejores tacos? (buscar, buscar, buscar). Cuando toma la decisión y llegar AL MEJOR lugar de tacos de todo NYC, ya estaban a punto de cerrar y se les había acabado todo.
Con tanta información en nuestras vidas, no es que estemos desorientados (déboussolés- en mi caso déboussolée, desorientada), la sobrecarga de información (fatiga de decisión) es un fenómeno muy real y actual con el que nuestros padres nunca tuvieron que lidiar y eso nos afecta en todo. Cualquier día normal, abrimos redes sociales y nos encontramos con la ansiedad del día a día por todas las noticias: el conflicto entre Israel y Palestina ¿de qué lado debemos estar? (buscar, buscar), la preocupación que sentimos cuando salimos con alguien pensando si es la mejor persona con la que podríamos estar, o si quizás no es, y hay alguien allá afuera que es nuestra alma gemela (swipe, swipe), el mejor producto que comprar (scroll, scroll) o lo mejor que ver en Nexflix, claro, según el mood de ese momento (next, next).
Algunos dicen que la cantidad de información no es el problema, cuando nuestros antepasados salían de la casa para ir al campo también recibían muchísima información de su alrededor, el tema aquí es por donde nos llega la información y el hecho, como dice arriba, que nuestra mente no está acostumbrada a procesarla y no puede saber que mensajes son urgentes o de vida o muerte.
Recuerdo cuando llegué a vivir a México, me encantaba la cantidad de opciones de productos de todos los días que encontraba en las tiendas, yo (viniendo de Venezuela) asociaba tener un exceso de opciones a tener libertad y autonomía, además como Dev de Master of None, vivía en la cultura del perfeccionismo autoalimentada por la creencia de que, con suficientes opciones, con toda la información y tomando la mejor decisión, seguramente tendría la vida ideal (de ahí surgió mi famosa lista de lugares para ir en CDMX, porque un mal restaurante no tenía cabida en mi vida ideal).
Renata Salecl, filósofa, socióloga y teórica jurídica eslovaca afirma en su libro “La tiranía de elegir”: creer que siempre es posible tomar las decisiones correctas nos hace sentir culpables de los fracasos y muy críticos con nosotros mismos”. Estoy completamente convencida que, al menos en mi caso, esta búsqueda de la perfección lleva a la insatisfacción cuando no se cumplen las (mis) expectativas y también aumenta los sentimientos de responsabilidad (tengo que escoger EL MEJOR lugar para ir) y culpa (la cena no estuvo tan deliciosa porque no escogí EL MEJOR lugar).
Cuando se trata de bienes de consumo, la hiperelección también provoca arrepentimiento y amargura. En su libro “La paradoja de la elección”, el psicólogo estadounidense Barry Schwartz cita el ejemplo de los jeans. En el pasado, cuando alguien quería unos jeans iba a una tienda y habían 3 modelos, podía probarse los 3 y una vez hecha su elección, quedaba satisfecho. Pero ahora con una rápida búsqueda en internet podemos conseguir cientos de modelos; y muchas veces quedamos frustrados y un poco ansiosos porque no podemos probarnos todos los modelos (menos ahora que las tiendas están bloqueando de por vida a clientes que compran mucho por internet y regresan las prendas), así que muchas veces nos quedamos con la sensación de que seguramente hay un modelo que nos queda mejor, más barato o de mejor calidad.
Creo que es momento de entender que elegir es renunciar, Rodolfo Bello dice en LinkedIn: “elegir es renunciar porque significa ante todo tomar una decisión; implica descartar, priorizar, comparar, evaluar, discernir. Implica ante todo saber decir NO a varias cosas porque hemos decidido decir SI a algo, parece sencillo, pero vaya que es algo muy difícil”.
Tomemos el consejo de Renata Salecl: "no debemos tomarnos demasiado en serio la cuestión de la elección. Entre la opción A y la opción B, a menudo no hay tanta diferencia (no hablamos del conflicto Palestina-Israel sino de la vida cotidiana). Hay que aceptar que la idea de equivocarse, no es tan grave. Somos vulnerables, limitados, y hay que dejar espacio para lo inesperado". Además, si nos obligamos a eliminar nuestras opciones, rápidamente nos daremos cuenta que pocas cosas nos importan de verdad. Lo mejor sería ignorar las distracciones y poner más foco en lo que realmente importa.
Además recuerden, la mayoría de las veces no existe una opción mejor que otra.
Renata tiene una Ted Talk increíble sobre el tema: Nuestra obsesión enfermiza con la elección.