Ayer una influencer que sigo en Instagram compartió un post lindísimo (que luego yo compartí en mis stories) que no pensé que me iba a llegar tan adentro.
Se los comparto por si lo quieren leer completo, porque aquí va una reflexión que he tenido sobre ese tema:
Y sí, yo extraño mucho los viernes con mis amigas (especialmente los viernes en Primavera, comiendo papas sacapunta intentando no tirar nada a la alfombra 🙃… referencia interna obviamente), pero obviamente mi nostalgia va más allá de eso. La adultez me da nostalgia.
Extraño cuando todo era fácil. Había una ligereza en los días que ahora parece casi irreal… ¿ustedes no la sienten? Las actividades sociales surgían fácilmente, sin demasiados planes ni anticipaciones (tuve un novio que cuando salía de sus clases de postgrado todos los jueves se reunían en el mismo bar y nunca estaba cansada para ir!)
Salir era una posibilidad siempre presente. Éramos libres, aunque entonces no lo sabíamos, y ahora lo somos, sí, pero al mismo tiempo no lo somos… intento explicar: no teníamos en cuenta que no había preocupaciones exageradas como ahora, ni un futuro angustiante. Había un presente ligero, divertido y real.
Ahora, la realidad es complicada. Las preocupaciones ya no son lejanas e hipotéticas, cosas de otra gente, no de nosotros, sino problemas tangibles que ocupan el día a día. Me preocupo por todo y por todos, así que el cansancio que no viene del miedo al futuro, sino del esfuerzo de mantener el presente en pie.
Como dice Brené Brown, “La gente que más se preocupa por el mundo suele ser la que lleva el peso más pesado.” ¿Supongo que todos nos reflejamos en esa frase? No es ansiedad, porque no se trata de escenarios inventados en mi mente. Son cosas que realmente están pasando. ¿Es esto la adultez? Simon Sinek dice que crecer no significa dejar de jugar, sino aprender a jugar con nuevas reglas.
¿Cómo se escapa de esto, aunque sea por un rato? Quizás la respuesta esté en rescatar fragmentos de aquellos viernes y lo intento: momentos que se sienten sin pretensiones, intentar planes inesperados (que la mayoría de las veces no resultan) e intentar vivir el presente si estar enfocada en el resultado. The School of Life propone que la verdadera belleza de la vida está en esos momentos imperfectos, cuando el significado surge de lo ordinario. Tal vez el truco sea no escapar, sino encontrar la forma de llevar un poco de esa libertad pasada al caos del presente.
Eso si, extraño muchas cosas, pero no extraño a la persona que era entonces, porque esa versión mía no habría podido sostener lo que llevo ahora. Siempre lo digo, pero estoy muy orgullosa de quien he llegado a ser, pero extrañar no es solo un acto de nostalgia; también es un recordatorio de que hay partes del pasado que podemos invitar de vuelta al presente, y quizás eso sea lo más cerca que estaremos de ese momento de nuevo.
◡̈
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